Como sin duda saben los aficionados a la impresión 3D, los filamentos utilizados suelen ser en su mayoría de PLA ya que el PVC aunque presenta mejores características en cuanto a dureza, resistencia a la luz o a la humedad… desprende gases (derivados del cloro) durante su extrusión. Por otra parte aunque el PLA es más ecológico que el PVC surge la pregunta sobre si es éticamente justificable fabricar plástico a partir de alimentos, donde nuestra población mundial está creciendo y se necesitan cada vez más.
De ahí el interés del estudio realizado por investigadores del departamento de química de la Universidad de Toronto que han encontrado una manera de convertir el aceite de una freidora en un plástico sensible a la luz para las impresoras 3D.
Los investigaddores realizaron un proceso químico de operación unitaria (de un solo paso) en el laboratorio, utilizando aproximadamente un litro de aceite de cocina usado (de McDonald’s para más señas) para hacer 420 ml de resina. Gracias a esto fueron capaces de crear la primera pieza hecha con este material: una mariposa que mostraba características de hasta 100 micrómetros. Además, era estructural y térmicamente estable.
La gestión de residuos de los restaurantes es uno de los mayores problemas ambientales, y en el caso de las grasas o restos de aceites el problema es la obstrucción de cañerías y del alcantarillado y de ahí el interés en encontrar salidas «dignas» a estas grasas.
Por ejemplo, desde la pasada primavera en la refinería de PETRONOR se está comenzando a procesar aceite de cocina usado en las unidades de fabricación de diésel, dando un paso más como biorefinería.
Otra gran ventaja de la conversión del aceite de «fritanga» en material para impresión 3D es que este material es biodegradable. Los científicos candienses descubrieron que después de enterrar un objeto de plástico 3D hecho con su resina, perdió un 20% de su peso en aproximadamente 2 semanas.»Los microbios comenzarán a descomponerlo porque esencialmente es solo grasa».
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