Sin duda alguna este año 2020 ha servido para demostrar más que nunca la «necesidad» que tenemos de potenciar la Ciencia para que sea capaz de producir una vacuna en tan poco tiempo y que, esperemos, nos haga recuperarnos lo antes posible de lo que ha traido un bicho tan pequeño.

A la espera de otro COVID o de alguno de sus hermanos también tendremos que tomarnos muy en serio el problema del cambio climático y que a priori no parece tan rápido de resolver. Por ejemplo, esto requiere poner en marcha procesos innovadores que puedan separar y retener el dióxido de carbono (CO2) de entre los gases de desecho y otras mezclas de gases para que no se libere a la atmósfera.

De ahí que en la universidad alemana de Bayreuth están trabajando en el desarrollo de un nuevo material permite eliminar completamente el dióxido de carbono de las mezclas de gases sin que el dióxido de carbono se enlace químicamente y con ello necesitar mucha menos energía para el proceso.

El nuevo material es un híbrido inorgánico-orgánico. La base química la constituyen minerales de arcilla. El bloque típico de material consta de cientos de placas de vidrio individuales.

Estas tienen solo un nanómetro de grosor cada una, y están dispuestas con precisión una encima de la otra. Entre las placas de vidrio individuales hay moléculas orgánicas que actúan como espaciadores.

Su forma y propiedades químicas han sido seleccionadas para que los espacios porosos creados estén adaptados de forma óptima para acumular dióxido de carbono.

Solo las moléculas de dióxido de carbono son capaces de penetrar en el sistema de poros del material y ser retenidas allí mediante un mecanismo físico de adsorción y no mediante una reacción química.

Por el contrario, el metano, el nitrógeno y otros componentes habituales de los gases de los tubos de escape o chimeneas permanecen fuera debido al tamaño de sus moléculas.

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