Históricamente, las palomas anidaban en los acantilados y en zonas rocosas de montaña, pero a partir de mediados del siglo pasado, comenzaron a establecerse en las ciudades que empezaban a ser cada vez más grandes y les hacían la vida más fácil. Aunque la imagen de palomas revoloteando por nuestras cabezas pudiera causar alegría la verdad es que últimamente han pasado a convertirse en un grave problema de salud por su capacidad invasora, así como un riesgo para el patrimonio arquitectónico. Estas aves forman parte de la biodiversidad de las ciudades, pero cuando su densidad aumenta de forma desproporcionada, generan problemas en varios ámbitos.
Desde el punto de vista sanitario provocan en los humanos cuadros de fiebre, diarreas, náuseas, vómitos, dolores abdominales y alergias. Asimismo, las palomas urbanas son portadoras de alrededor de 50 parásitos como garrapatas, piojos, ácaros o sarna… y de ahí que se las suena asimilar a «ratas con alas».
Al problema de salud, hay que añadir además el impacto sobre el patrimonio arquitectónico.
Por ello continuamente se están probando nuevas estrategias de control, pero se ha descubierto que son ineficaces o dañinas para los animales y, a menudo, necesitan intervención humana.
Una de las últimas propuestas pasa por un nuevo sistema capaz de detectar y ahuyentar palomas de forma autónoma en las cubiertas de los edificios mediante el empleo de un dron.
La presencia y posición de las palomas es detectada en tiempo real por una red neuronal a partir de imágenes tomadas por una cámara de video ubicada en el techo.
Durante los cinco días de experimentos, el dron se desplegó automáticamente 55 veces y fue significativamente efectivo para reducir la cantidad de aves y la duración de su estadía sin causarles ningún daño.
El estudio ha demostrado la eficacia de este sistema para disuadir a las aves, y este enfoque puede verse como una alternativa totalmente autónoma a los métodos ya existentes.
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