El año pasado saltó a los medios la noticia sobre el cese de comercialización y utilización de las mascarillas quirúrgicas tipo IIR con grafeno fabricadas por Shandong Shenquan New Materials Co. Ltd, China, como medida preventiva ante el riesgo de que puedan dañar la salud.
Sin embargo, posteriormente según un estudio de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH) llegaron a la conclusión que el uso normal de las mascarillas recubiertas de nanopartículas de materiales antimicrobianos como la plata o el grafeno, «no supone un riesgo para la salud«,
Pues bien, según un grupo de investigadores mexicanos el grafeno podría dar una segunda vida a las mascarilla desechables ayudando así a reducir parte del grave problema medioambiental que estas originan.
Una vez desinfectadas las mascarillas, las recubren con tinta de grafeno. Se trata de una sustancia compuesta por grafeno y un solvente orgánico. Como es bien sabido, el grafeno consta de átomos de carbono organizados en un patrón regular hexagonal. Tiene múltiples propiedades, pero sin duda su gran conductividad eléctrica es una de las más valoradas. Por eso, los tintes que lo contienen pueden usarse para convertir otro material en conductor. Este fue el primer paso, aunque después se requirió más procesamiento.
Finalmente los investigadores obtuvieron supercondensadores con una densidad de almacenamiento casi diez veces mayor que la de los convencionales. Además, llegaron a duplicar este dato añadiendo a la mezcla otro ingrediente: unas nanopartículas compuestas por oxígeno, cobalto y calcio. En este punto la densidad ya era de 208 vatios por hora y por kilogramo.
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