El humo de los incendios, las cenizas de un volcán o la arena del desierto arrastrada por el viento son aerosoles, es decir la partículas sólidas o líquidas que están suspendidas en la atmósfera y cuyo origen puede ser natural (un incendio, un volcán) o producida por la actividad humana (las emisiones del tubo de escape de un coche o de la chimenea de una fábrica).

Evidentemente dentro de los objetivos para reducir la contaminación y reducir con ello el cambio climático, la reducción de los aerosoles de origen humano es muy importante y poco a poco se está consiguiendo… aunque causando con ello otros problemas en los que no habíamos pensado.

Según el último estudio publicado la semana pasada la disminución del 50% de los aerosoles sobre América del Norte y Europa provocó un aumento del 33% en el número de ciclones tropicales en el Atlántico Norte.

En el otro extremo del mundo, el estudio constató que un aumento del 40% de la contaminación por aerosoles en China e India durante el mismo periodo provocó un descenso del 14% en el número de ciclones registrados en el Pacífico Norte occidental. La contaminación atmosférica aumentó considerablemente en China e India durante ese periodo debido al crecimiento económico e industrial de esos países.

Los investigadores encontraron que los aerosoles provocan que las nubes sean más brillantes, haciendo que reflejen la energía del sol hacia el espacio. Por consecuencia esto afecta la temperatura del océano y los patrones de circulación tropical causando que haya menos condiciones favorables para un huracán.

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