Desde hace tiempo, el cemento es vital en nuestra vida ya que es uno de los materiales principales para realizar viviendas, edificios, puentes, etc. Desgraciadamente, tomando todas las fases de la producción, el cemento es responsable de entre el 4% y el 8% del dióxido de carbono (CO2) mundial. Entre materiales, solo el carbón, el petróleo y el gas son fuente más grande de gases de efecto invernadero.
Pero esto no queda ahí ya que también para la fabricación de cemento se consume casi una décima parte del uso de agua industrial
Por todo ello se entiende la necesidad del desarrollo de cementos «verdes» ecológicos y sostenibles como el que han desarrolado en la NTU de Singapur.
Los científicos de la NTU utilizaron dos materiales de desecho comunes: lodos de carburo industrial y urea (de la orina de los mamíferos).
Cuando se agregan bacterias a la mezcla y la solución resultante se rocía sobre el suelo o la arena, se produce una reacción de endurecimiento que une las partículas del suelo en un bloque sólido.
Otra gran ventaja de la nueva formulación de biocemento es que la solución es incolora. Cuando se aplica al suelo, arena o roca, se conserva su color original lo que lo hace útil para restaurar por ejemplo monumentos en piedra, etc.
El proceso de fabricación de biocemento requiere menos energía y genera menos emisiones de carbono que con los métodos tradicionales de producción de cemento. El biocemento se produce a temperatura ambiente sin quemar nada y, por lo tanto, es un proceso más ecológico, menos exigente en energía y neutro en carbono.
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