Los nuevos descubrimientos sobre los agujeros negros están desafiando las teorías previas sobre cómo estos impactan en la conformación del cosmos, cuestionando la comprensión clásica de que se formaron después de las primeras estrellas y galaxias.

En lugar de eso, se sugiere que los agujeros negros podrían haber acelerado dramáticamente el nacimiento de nuevas estrellas durante los primeros 50 millones de años del universo, un período fugaz dentro de su historia de 13.8 mil millones de años. Estos agujeros negros gigantes, que se encuentran en el centro de galaxias cercanas a nuestra Vía Láctea, también estuvieron presentes al principio del universo y fueron como bloques de construcción o semillas para las primeras galaxias.

La coexistencia de agujeros negros y galaxias

La sabiduría convencional sostiene que los agujeros negros se formaron después del colapso de estrellas supermasivas y que las galaxias se formaron después de que las primeras estrellas iluminaran el oscuro universo temprano. Sin embargo, el análisis del equipo de Silk sugiere que los agujeros negros y las galaxias coexistieron e influenciaron el destino del otro durante los primeros 100 millones de años. Si toda la historia del universo fuera un calendario de 12 meses, esos años serían como los primeros días de enero.

El papel de los agujeros negros en la formación de estrellas

Los agujeros negros generan campos magnéticos poderosos que provocan tormentas violentas, expulsando plasma turbulento y actuando como enormes aceleradores de partículas. Este proceso es probablemente por qué los detectores de Webb han detectado más de estos agujeros negros y galaxias brillantes de lo que los científicos anticipaban. Estos vientos violentos procedentes de los agujeros negros aplastan las nubes de gas cercanas y las convierten en estrellas, explicando por qué estas primeras galaxias son mucho más brillantes de lo esperado.

 

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