Un reciente estudio liderado por la Clínica Cleveland ha revelado que un fármaco experimental, lepodisiran, puede reducir de forma casi total los niveles de lipoproteína(a) o Lp(a), una variante del colesterol con origen genético que se ha vinculado a un mayor riesgo de infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares. Este hallazgo no solo supone una mejora potencial en la prevención de eventos cardiovasculares graves, sino que también pone el foco en una forma de colesterol que ha sido, hasta ahora, difícil de tratar.
Lo más llamativo es que los niveles de Lp(a) no responden a los cambios en la dieta, el ejercicio o la pérdida de peso, como sí ocurre con otras formas de lípidos en sangre. Esto ha hecho que, durante años, quienes tenían predisposición genética a niveles altos de Lp(a) se enfrentaran a un riesgo cardiovascular aumentado sin una solución terapéutica clara.
¿Qué es la lipoproteína(a) y por qué debería importarnos?
La Lp(a) es una lipoproteína que se asemeja al colesterol LDL, ese que coloquialmente llamamos «colesterol malo». Ambas transportan colesterol a través del torrente sanguíneo, pero con una diferencia importante: la Lp(a) incluye una proteína adicional llamada apolipoproteína(a), que la hace más pegajosa y más proclive a quedarse adherida a las paredes de las arterias.
Esta particularidad hace que la Lp(a) sea aún más aterogénica que el LDL tradicional, es decir, más capaz de promover la formación de placas en las arterias. Se calcula que entre un 20 y un 25% de la población mundial tiene niveles elevados de esta lipoproteína. Esto supone más de mil millones de personas en riesgo aumentado de enfermedades cardiovasculares sin que hasta ahora hubiera una estrategia terapéutica específica.
LDL y Lp(a): parientes peligrosos
Aunque ambas partículas comparten algunas características, es fundamental entender sus diferencias para contextualizar la importancia del nuevo tratamiento. El colesterol LDL puede controlarse de forma bastante efectiva con fármacos como las estatinas, además de con hábitos saludables. De hecho, según datos del Journal of the American College of Cardiology, las estatinas pueden reducir los niveles de LDL en un 30-50% dependiendo de la dosis y del perfil del paciente.
Sin embargo, el LDL no es el único culpable en la ecuación del riesgo cardiovascular. La Lp(a), con su componente genético dominante, permanece elevada incluso en personas con LDL normal o bajo. Y eso es precisamente lo que preocupa a los cardiólogos: individuos aparentemente saludables, con estilo de vida activo y sin sobrepeso, que sin embargo presentan niveles altos de Lp(a) y por tanto un riesgo oculto de sufrir infartos o ictus.
Los estudios recientes indican que una elevación de la Lp(a) por encima de 50 mg/dL puede duplicar el riesgo de enfermedad cardiovascular, independientemente del perfil lipídico general del paciente.
Lepodisiran: el fármaco que pone la genética bajo control
Lepodisiran es un fármaco desarrollado por la farmacéutica Eli Lilly que utiliza tecnología de silenciamiento génico para reducir la producción de Lp(a) en el hígado. En términos técnicos, se trata de un RNA interferente de pequeño tamaño (siRNA), que actúa sobre el ARN mensajero implicado en la síntesis de apolipoproteína(a).
En un ensayo clínico internacional que incluyó a 320 personas con niveles elevados de Lp(a), una única inyección de lepodisiran fue suficiente para reducir los niveles de esta lipoproteína hasta en un 96% en un plazo de seis meses. Con una segunda dosis, el efecto reductor se mantuvo durante al menos un año, lo que abre la puerta a un tratamiento semestral, algo impensable con otros lípidos.
Este enfoque no solo es altamente eficaz, sino que también es práctico. Reducir el tratamiento a una o dos inyecciones al año mejoraría drásticamente la adherencia del paciente y facilitaría su aplicación en la práctica clínica habitual.
Qué implicaciones tiene este avance
Aunque todavía está en fase experimental, lepodisiran podría representar una nueva herramienta para reducir eventos cardiovasculares en una población que, hasta ahora, tenía pocas alternativas. Personas con antecedentes familiares de infarto precoz o ictus, sin factores de riesgo clásicos pero con niveles elevados de Lp(a), podrían beneficiarse enormemente de un tratamiento dirigido y eficaz.
Hay que tener en cuenta que las actuales guías clínicas no recomiendan la medición rutinaria de Lp(a), lo que podría cambiar si este tipo de tratamientos llega al mercado. Algunos expertos ya piden que se incorpore la medición de esta lipoproteína en análisis de sangre estándar, sobre todo para personas jóvenes con antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular.
Consideraciones futuras
Falta confirmar que la bajada de Lp(a) se traduce efectivamente en una reducción de infartos o muertes cardiovasculares, algo que requiere estudios de mayor duración y con una muestra más amplia. Pero las señales preliminares son prometedoras.
Además, será clave estudiar la eficacia del fármaco en diferentes grupos étnicos, ya que se ha observado que la población de ascendencia africana, por ejemplo, tiende a tener niveles más elevados de Lp(a) que la media.
Y como siempre, queda pendiente resolver cuestiones como el coste del tratamiento y su viabilidad para ser incorporado en sistemas sanitarios públicos.
Reflexiones finales
Durante décadas, las estatinas y los cambios en el estilo de vida han sido las armas principales contra el colesterol y las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, muchas personas seguían teniendo eventos cardiovasculares graves pese a tener el LDL controlado. La aparición de tratamientos como lepodisiran aporta una nueva capa de precisión terapéutica, enfocada no solo en el control de los lípidos en general, sino en combatir específicamente aquellos con una base genética.
Mientras el LDL seguirá siendo un parámetro esencial a vigilar, la Lp(a) empieza a posicionarse como ese otro enemigo silencioso que merece más atención, sobre todo ahora que parece que contamos con una herramienta para hacerle frente.
