En plena era de la contaminación invisible, una clínica privada en Londres ha empezado a ofrecer un tratamiento que pretende hacer lo impensable: eliminar microplásticos del torrente sanguíneo humano. Esta técnica, que no está exenta de controversia y escepticismo científico, consiste en un proceso llamado aféresis, mediante el cual se extrae sangre del paciente, se filtra a través de un sistema especial y se reintroduce al cuerpo, supuestamente libre de impurezas como los microplásticos. El procedimiento, que tiene un coste aproximado de 12.000 euros por sesión, está diseñado principalmente para una clientela de alto poder adquisitivo que busca mejorar su salud general, su vitalidad o mitigar síntomas poco definidos como la fatiga crónica o la niebla mental.

Aunque la comunidad médica aún no ha validado por completo la eficacia de este tratamiento, el interés crece entre quienes están dispuestos a probar soluciones de vanguardia —y costosas— para problemas que apenas empezamos a comprender. La noticia ha generado un intenso debate entre expertos, ecologistas y profesionales de la salud. Este artículo analiza en profundidad qué se está haciendo exactamente en esta clínica, cómo funciona el proceso de aféresis, cuál es la base científica que lo respalda (si es que existe), y qué implicaciones podría tener para el futuro de la medicina ambiental.

¿Qué está pasando con los microplásticos en la sangre?

Desde hace más de una década, los microplásticos han dejado de ser una amenaza exclusivamente marina para convertirse en un contaminante ubicuo que afecta también a los seres humanos. Según un estudio publicado en Environment International en 2022, se encontraron microplásticos en la sangre del 77% de los participantes del estudio. Estos fragmentos microscópicos, de menos de 5 milímetros, proceden de productos cotidianos como botellas, ropa sintética, cosméticos o envases, y pueden penetrar en nuestro organismo a través de la alimentación, la inhalación o el contacto dérmico.

Una vez en el cuerpo, los microplásticos no sólo circulan libremente, sino que pueden alojarse en tejidos y órganos. Aunque los estudios sobre su toxicidad son aún preliminares, se ha observado que ciertos tipos de plástico pueden inducir respuestas inflamatorias, estrés oxidativo e incluso alterar la expresión genética. La preocupación es que esta exposición crónica pueda contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas o incluso ciertos tipos de cáncer.

La aféresis como posible solución

La clínica The Innovation Center for Applied Medical Sciences (iVita) en Londres se presenta como pionera en la aplicación de aféresis terapéutica para la eliminación de contaminantes emergentes, entre ellos los microplásticos. La aféresis no es una técnica nueva: se ha utilizado durante décadas en medicina para eliminar componentes patológicos de la sangre, como en el tratamiento de enfermedades autoinmunes, hiperlipidemias o intoxicaciones por metales pesados. Sin embargo, su uso con fines de “limpieza ambiental interna” es una propuesta reciente.

El procedimiento dura unas tres horas. Durante este tiempo, el paciente permanece conectado a una máquina que extrae sangre por un brazo, la filtra y la devuelve por el otro. En el proceso, se separan plasma y células, eliminando, según aseguran sus creadores, una serie de compuestos tóxicos acumulados, entre ellos bisfenoles, ftalatos y fragmentos poliméricos. En un análisis realizado a pacientes voluntarios antes y después del tratamiento, se reportó una disminución de hasta el 60% en la concentración plasmática de microplásticos detectables, aunque estos datos no han sido aún validados por una publicación científica revisada por pares.

La tecnología utilizada incluye filtros de adsorción química con propiedades selectivas. Estos filtros están diseñados para captar estructuras moleculares específicas de polímeros plásticos, aunque el grado de especificidad y su eficacia a largo plazo siguen siendo materia de investigación.

¿Qué sabemos y qué no sobre sus efectos reales?

Uno de los principales puntos críticos es la ausencia de estudios clínicos de gran escala que demuestren una relación causal entre la eliminación de microplásticos en sangre y una mejora objetiva en la salud de los pacientes. Si bien algunos participantes afirman sentir una mejora en su energía, concentración o estado de ánimo tras la aféresis, los expertos advierten sobre el fuerte componente subjetivo de estos síntomas.

“Estamos aún en una fase muy preliminar”, afirma la Dra. Heather Leslie, investigadora ambiental de la Universidad Libre de Ámsterdam. “Sabemos que los microplásticos están en nuestro cuerpo, pero no sabemos a ciencia cierta qué hacen exactamente, ni mucho menos si eliminarlos mejora nuestra salud”.

Por su parte, otros científicos critican que este tipo de clínicas podrían estar aprovechándose del miedo generalizado a los tóxicos ambientales para vender tratamientos de dudosa eficacia. Aun así, el hecho de que una empresa privada haya invertido en desarrollar esta tecnología indica que existe una demanda real y creciente en la población.

Quiénes están acudiendo a este tipo de tratamientos

El perfil del paciente que acude a iVita es claro: personas con un alto nivel económico, preocupadas por su salud y con acceso a tratamientos poco convencionales. En muchos casos, se trata de individuos que ya han probado sin éxito terapias tradicionales para síntomas persistentes como fatiga, insomnio, niebla mental, dolores difusos o ansiedad. Este perfil encaja con lo que la medicina funcional denomina «pacientes de difícil diagnóstico», cuyas dolencias no siempre encuentran una causa orgánica clara.

La promesa de “depurar” la sangre de contaminantes modernos ejerce un atractivo psicológico potente en este grupo. Aunque los responsables de la clínica no hacen afirmaciones definitivas sobre curaciones, sí destacan una mejora significativa en el bienestar percibido por sus pacientes. Algunos incluso contratan sesiones periódicas, como quien acude a un chequeo de mantenimiento corporal.

¿Qué puede implicar esto para el futuro?

Desde un punto de vista bioético, el uso de la aféresis para la eliminación de microplásticos plantea preguntas importantes. ¿Se trata de medicina preventiva o de pseudociencia con envoltorio médico? ¿Es ético ofrecer tratamientos costosos sin evidencia clínica sólida a personas desesperadas por mejorar su salud? Y, más allá de lo médico, ¿nos estamos resignando a vivir con tóxicos en el cuerpo, en lugar de abordar las causas estructurales de la contaminación?

Si los microplásticos acaban siendo tan perjudiciales como se sospecha, este tipo de técnicas podría convertirse en una opción legítima dentro de la medicina ambiental. Pero para ello será necesario validar científicamente sus beneficios y establecer protocolos estandarizados que aseguren su eficacia y seguridad.

Reflexiones finales

La presencia de microplásticos en la sangre humana marca un antes y un después en nuestra relación con el entorno. Ya no se trata de proteger la naturaleza, sino de protegernos a nosotros mismos de nuestra propia actividad. La clínica de Londres es sólo un reflejo de una inquietud que va en aumento: la necesidad de recuperar el control sobre nuestro propio cuerpo en un mundo cada vez más tóxico.

El tiempo dirá si estas terapias pasarán a formar parte del arsenal médico convencional o si quedarán como una moda pasajera de lujo. Mientras tanto, el mejor consejo sigue siendo el más antiguo: reducir nuestra exposición a plásticos en la medida de lo posible.

425
Suscribirse
Notificación
1 Comment
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios
1
0
¡Aquí puedes dejar tus comentarios!x